"Las crónicas desde el penal".


San Pedro Sula,
Calificar al presidio sampedrano como "bomba de tiempo" se ha vuelto costumbre. Pero es más que eso: es un mundo de mafias, extorsiones, tráfico de drogas, planificación de secuestros y permanente violación de los derechos humanos, ese mundo donde para sobrevivir se necesita "dinero, poder y contactos".
Pasaban las cuatro de la tarde. La mujer, con agallas pero con una mirada triste e intranquila, nos preguntó: "¿Qué quieren? Ustedes deben ser de los mismos, uno no sabe en quién confiar ya". Nos identificamos, pero su actitud fue la misma.
No es para menos, su hijo está preso y su experiencia al ser extorsionada desde el Centro Penal la convirtió en huraña, desconfiada y resentida con todos... hasta con la Policía.
"Acá no hay justicia, de qué me sirve hablar si mi vida y la de mi hijo correrán peligro", replicó.
Era una mujer recién entrada en la tercera edad, sus manos toscas por el trabajo temblaban al hablar y su voz suave pero firme fue dejando escapar poco a poco el dolor y la rabia que sentía. Nos sentamos en el patio de su vivienda, a simple vista, una casa pobre, pero al entrar se comprobaba que hubo tiempos mejores en la familia.
La casa estaba casi vacía porque la mujer se vio obligada a vender sus pertenencias a fin de agenciarse un dinero y dárselo a su hijo para que sobreviviera en el presidio.
Meses atrás, el temor de que su vástago muriera dentro del recinto la llevó a interponer una denuncia en la Dirección General de Investigación Criminal.
El documento cita: "Relata la denunciante que ayer fue objeto de una extorsión por parte de personas desconocidas donde le dicen que tenía que llevar 10 mil lempiras; si no los lleva, matarán a un hijo de ella. Mi hijo llamó llorando del presidio porque le dijeron que hoy tendrá que dar ese dinero". La denuncia fue interpuesta en 2005 por el delito de extorsión.


Sexo y diversión
Lejos del dolor de los parientes cuando son extorsionados por privados de libertad está la otra cara de la moneda.
Ataviada con minifalda y una sexi blusa blanca, una joven de tez trigueña esperaba junto a otras mujeres en las afueras del Centro Penal. No era hora ni día de visita, pero el portón se abrió sin problema; no hubo registro, pero sí una agilidad sorprendente de los custodios para ingresar al grupo de mujeres.
Con ellas, un hombre que no paraba de hablar por teléfono hizo, quizás, los últimos ajustes para que el ingreso no fuera problema.
Esa noche de mayo, en las afueras del Centro Penal, se presenciaban dos escenarios: la facilidad con que ingresaban algunas mujeres que negocian con su cuerpo y las dificultades que otras tenían para entrar a ver a sus parientes.
Para las que llegan con el afán de visitar a sus familiares no valen justificaciones de hora, aunque algunas llegan de lugares lejanos.
"Acá todo es dinero. Como no tengo con qué pagar, entonces no pude entrar", dijo resignada la madre que había dejado a otros vástagos en su pueblo para visitar a su hijo encarcelado.
Mientras, las mujeres de la "vida alegre" entraron sin problema al reclusorio; sin embargo, no todo es fácil. El privilegio es para quien pueda pagarlo.
"Tener mujer toda la semana no es gratis... todo el que quiere ese privilegio debe pagar. La cuota es de mil lempiras por la semana", explicó un recluso.
Aseguró que las mujeres ya adentro se venden a todo nivel: 200 y 300 lempiras por dos horas para los pobres; los ricos pagan entre mil y dos mil lempiras e incluso pueden estar toda la noche.
El "infierno" existe acá en el centro de la ciudad: mafia, extorsión, prostitución, drogas, alcohol... muerte... una bomba de tiempo.

La historia bajo la línea roja
Testimonios
"Pagamos para que nuestros parientes reciban un mejor trato y no tengan que sufrir porque los derechos humanos se les violan en todo momento".

Testigos
"Hay una bartolina utilizada para planificar los robos de vehículos, es de semiprivilegios", dicen los reos. "Es la 10".

Denuncia
Reos con años de reclusión aseguran que en el penal hubo épocas en que escondían carros robados.
Ahora el taller es visible y es improbable hacerlo.


El penal en números
10 mil lempiras
Es la cantidad que pagan los presos a la "ranfla" la primera vez para garantizar su tranquilidad, según denuncias. Pero muchas veces depende de la clase social del reo.

500 lempiras
Semanales pagan los reclusos a "la ranfla" por dormir en una cama, por usar el sanitario, bañarse y lavar, según los testimonios de varios reos.

200 lempiras
Es lo mínimo que pagan los reclusos más pobres por tener placer con una mujer. Pero los de poder adquisitivo pagan por más privilegios.

300 reos
Hay en una sola celda; en algunas superan el número. Esto refleja el hacinamiento en que viven los reclusos del centro penal sampedrano.

Las frases
"La celda nueve es para recibir a los nuevos; los primeros días los dejan tranquilos, pero al primer día de visita ‘la ranfla’ capta quién pertenece a familia adinerada".
"El gran error que cometí fue llevarle a mi hijo un cheque de mil lempiras en la primera visita. Otro preso que estaba en el reclusorio se lo cambió y ‘la ranfla’ lo supo".

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